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Goatwhore
Reseñas

Goatwhore «Angels Hung From The Arches Of Heaven»

Goatwhore

 

Goatwhore «Angels Hung From The Arches of Heaven» (2022)

 

Las bodas de plata. 25 añitos de angelical deambular por el sombrío camino del metal underground. Escupiendo heréticos manifiestos anticristianos. Y todo desde la negrura y la pantanosa pestilencia de Louisiana, Nueva Orleans. Qué bonito todo. Angelitos (como ellos mismos titulan el plástico, no dejan nada al azar. No. Aunque el razonamiento existencialista que le dan a la evocación es de nota. Si lo pongo aquí transformo la crónica en una biblia).

Pues sí, aquí vuelven cinco años después Goatwhore. Estos tipos con el culo pelao en animosos y estridentes rodeos con una furia multiestilística como menú existencial diario. Esta vez, con acento en el abatimiento y los abismos personales como nexo argumentativo entre los pasajes de este plástico. Acid Bath, Soilent Green o Crowbar son algunas de las bandas seminales de las que emergió esta sacrílega conjunción de músicos que, para venir de la zona que vienen, se manejan con oficio en desquitarse a hostia limpia (vía sludge metal o grindcore con las bandas citadas) cualquier somnolencia musical palpitante en ese macilento enclave yankee. Igual que con esos otros proyectos, Goatwhore viene a animar el cotarro, señor@s. Un entretenimiento que fue adquiriendo colosales proporciones dentro del underground mundial hasta el punto de cruzar su camino con gurús como Erik Rutan o el sello Metal Blade, como es el caso de este nuevo engendro en cuanto a discográfica se refiere.

En el imaginario colectivo metalero aún pesa la divertida y malsana influencia de discos como “A Hunting Curse”, “Carving out the eyes of God” o “Blood for the master” (qué bien luce esa portada en camiseta, por favor!. Sobre todo en Semana Santa. Gracias, Jordan Barlow. Te mereces el cielo. El infierno, perdón).

Y qué se puede esperar de este octavo plástico de estos irreverentes norteamericanos? Todo menos divergencias llamativas con lo anteriormente expuesto en pretéritas arremetidas. Su afrenta sonora parte de la firme convicción de que un buen tema solo puede cabalgar sobre una buena base riffera que cautiva desde el inicio. Si no, no entra en el redondo. Es así. De ahí su particular “accesibilidad”. Un concepto muy old school en la forma de parir la música (ahí me retrotraen mucho a Celtic Frost en ese sentido).

El caso es que la nueva y  suculenta bacanal creativa de Goatwhore viene respaldada por segunda vez con el empuje del productor Jarret Prichard, al que se suma ahora el lúcido Kurt Ballou a las mezclas. Con un “tal” Ted Jensen además en la masterización poniendo la guinda. Casi ná. Ah. Y con nuevo bajista, Robert TA Coleman.

Tras la ominosa intro, “Invocation”, abre el diluvio apocalíptico “Born of Satan´s Flesh”. Blast beats de arranque para romper el hielo a cargo del siempre eficiente Zack Simmons tras los parches. Es un obús y una excelente carta de presentación donde el hacha de las seis cuerdas, Sammy Duet, se suma a los fraseos para demostrar una vez más que puede añadir también malevolencia vocal a este letal combo. No me extraña que fuese su primer tema de adelanto. Intensa y palpitante. Madre mía. Vaya meneo nada más empezar el viaje.

Le toma el relevo “The bestowal of abomination”. Hibridación blackened deathmetalera al poder del que los americanos saben exhibir con pasmosa naturalidad. Louis Ben Falgoust II sustancia en sus cuerdas vocales el porqué puede berrear en una banda grindcore, black, death o lo que le salga de sus gónadas dentro de lo extremo. Sus cambios de rango en una sola estrofa me siguen dejando ojiplático. Duet, ya no amaga y golpea con uno de sus frenéticos solos.

El titulo homónimo del plástico, “Angels hung from the arches of heaven”, se encarga de recordarnos que, cuando quieren estos hijos de Belzebú, saben tirar de desgarro épico. Los hijos de puta te pueden dibujar una melodía a lo Inmortal para luego enseñorearse con un death esculpido desde una atalaya reverberante.

“Death from above” nos coge de la garganta para hacernos descender de la atalaya al barro para abocarnos a una noche de chupitos de bourbon. Vamos, que el macarreo aquí exige prestancia y el espíritu guarro de unos Venom, Carnivore o Motorhead. La banda se entrega con gusto a tal menester.

“Ruinous liturgy” es una celebración del riffeo trashero catapultado por ondanadas de groove truemetalero. El arranque vocal de Louis Ben Falgoust II nos predispone al festín.

“Victory is the lightning of destruction” comienza desde una percepción casi goregrind con un bajo y una batería buscando esa sincronización básica y genérica para después acelerar el tema hasta dejarme los calzones a la altura de los tobillos. Thrash desbocado hasta sus últimas consecuencias después de un puente machacón. El  contrapunteo efervescente culmina con un solo desatado de Duet. Esto es metal, joder!!. Rendición a estos hijos de perra. No hay otra.

“Voracius blood Fixation” horada en el terreno más death para luego adentrarse en un desarrollo speed-thrash ochentero con una apertura melódica a cargo de Duet de nuevo, que según avanza el plástico va dejando muestras aquí y allá de que es dueño y señor absoluto del riff. (Me recuerda mucho a ese tino inspirador del señor Fowley con sus Deceased. Sí. Una colaboración entre ambos me pondría muy húmedo, sí).

“The Devil´s Warlords” arremete desde los altares del death metal más ortodoxo. Te van a venir a la mente las reminiscencias del death sueco más irascible. Estos yankees hace tiempo que dirigieron su abyecta mirada hacia el magma primigenio del viejo continente. Los fugaces blast beats a los parches alegran la vida, como el vasito de leche antes de pillar la camita deseando una pira mastodóntica para todos los remilgados alumnos del colegio mayor Elías Ahuja.

“Weight of a Soulless heart” pone de relieve lo bien ponderada que está la producción del disco. Todo, los platillos, esa caja, ese bombo, el bajo bien empacado, el riffeo y todo para excrementar un tema de puro olor fétido blackmetalero y sacrílego. No hay velocidad, pero sí mucha atmósfera dañina.

Para velocidad ya está el siguiente tema. El más directo de esta obra. “Nihil” no coge carrerilla, no. Estaba agazapado en el tracklist para lanzarse a la carrera cual guepardo en la sabana africana. Old school Swedish death metal en vena para levantarte del puto asiento y dinamitar tu sistema nervioso. Tupa tupa loving time, señor@s. Headbanging urgiendo a la resurrección en un día de calamitosa resaca. Ni un gazpacho superaría eso. Se nota que es uno de mis temas favoritos, no?. Cinco acordes, no más, para qué!. Se nota la herencia del d-beat aquí. Inconfundible.

 Los cabrones nos han desfondado ya y ahora toca ungirse de épica. Amagan con un páramo de inquietante sobriedad inicial en “And I was delivered from the wound of perdition” (con hasta el respaldo de unos teclados) para invitarnos al headbanging contenido en un bombástico riffeo inicial. El género negro vuelve a asomar en las voces. Falgoust asume las riendas de una suerte de salmo maldito. Pero es un mínimo escarceo con riffs pesados. Duet lanza un leve solo y a partir de ahí ya todo se desarrolla pendiente abajo, cogiendo velocidad. Simmons destila azufre. Inunda la estancia. Estos quieren darnos la puntilla final para ingresar el estoque bien hasta el fondo. Envenenado final blacker.

Goatwhore han cimentado su nueva obra postpandémica sobre sus habituales recursos creativos pero con un empaque sonoro aún más elevado. Supongo que la presencia de Kurt Balou en el estudio algo ha tenido que ver. No busques excesiva experimentación en bandas de este calibre. Su llama incandescente bebe del sonido de finales de los 80, principios de los 90. Eso otorga un carácter fundacional. Son Goatwhore. Una abrupta peineta en la cara del mainstream. Genuflexión merecida.

NOTA: 8/10

 

JAVI SERRANO

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