Con GospelbeacH fiarse de lo que entra por los ojos puede conducir a un devastador y pavoroso error. Si te fías de aquella primera portada del «Pacific Surf Line»(2015) y no te fijas en los detalles, puedes pensar que es un disco de skatepunk a lo Dune Rats. Si te fías del careto de Brent Rademaker, en la mayoría de sus fotos te dan ganas de llorar por lo triste que es la vida, y tampoco la portada de éste “Let it Burn”(2019) da ganas de salir a hacer air guitar encima de los altavoces de una pastelería de cupcakes (DEP Malasaña).
Pues nada más lejos de la realidad, estos tíos son prácticamente un supergrupo, lo mejorcito del rock californiano de lo que va de siglo. Desde que empezaron en Beachwood Sparks, hasta este tercer disco bajo éste nombre, no han parado de crecer. Si bien los dos anteriores eran estupendos, este puede ser el mejor disco que han hecho. Tal cual. Su siempre refinado gusto para las melodías y las texturas tan costa oeste/Laurel Canyon, se ha ido redondeando gracias en buena parte a la composición a cuatro manos, para éste disco, de Rademaker junto a Trevor Beld-Jimenez, que se había incorporado al grupo en “Another Summer of Love” y ha formado un dúo compositivo estupendo junto al jefe de la banda.
Ahí sigue esa sensación de eterno verano del amor que daba título al disco anterior. Pero donde antes había más aires folky y de los Grateful Dead, ahora hay melodías y estribillos más redondos. Ése rock californiano de guitarras en su punto justo de distorsión, ahí donde el ampli empieza a crujir él solito. No se han quedado sólo en la acera soleada, también han querido hurgar un poco en el reverso tenebroso del ego, las sombras de los vicios y los malos hábitos de cualquier tipo, que llegado el ecuador de la vida, te miran severos desde el otro lado del espejo. ¿Algún divorcio en la banda? No lo sé, pero ya sabéis los maravillosos discos que salen de esas simas emocionales.
“Me siento como Winston Churchill en el verano del 45” te canta el tipo en “I´m So High” a lomos de unas guitarras, que ya en la inicial “Bad Habits”, habían dejado claro una vez más aquello que todo lo que tocaba Neal Casal MOLABA. El solo de “Fighter” es jamón ibérico, amigos, aunque nuestro héroe tenía tan buen gusto tocando como horrible luciendo esas guitarras de lutier que, seamos sinceros, son más feas que Rob Younger cagando. Se le va a echar de menos. Hay mucho más que guitarras por supuesto. Porque desde los teclados a los arreglos de cuerda todo está en su lugar. Todo te hace pensar en un disco de otro tiempo, tocado con pantalones de campana y camisas con cuellos como alas delta.
Dos pistas de enterado a enterados: si quieres el LP lo tienes en www.undergroundrecordshop.es a muy buen precio. Te ahorras el envío desde fuera, aunque no es una de esas sensualísimas ediciones en vinilo stardust que hipnotizan al más digital de los millenials. Segunda pista: vienen de gira en febrero, que no te digo nada, y te lo digo todo.
P.D. Ha sido jodidísimo pero he conseguido acabar el comentario sin mencionar a Tom Petty. Y mira que es la gran referencia..
RaulYoung
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