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Greta Van Fleet The Battle at Garden's Gate
Reseñas

Greta Van Fleet ‘The Battle at Garden’s Gate’

Greta Van Fleet The Battle at Garden's Gate

 

Tras tres años de silencio, los estadounidenses Greta Van Fleet regresan con ‘The Battle at Garden’s Gate’ y se auguruba un volantazo en cuanto al estilo de la banda se refiere. Los jóvenes músicos, hartos de continuas comparaciones con Led Zeppelin, se aseguraron en este nuevo trabajo un alejamiento total de la mítica banda británica para empezar a labrarse su estilo propio, algo que gran parte de los fans esperaban con muchas ganas. Pero lo logrado por Greta Van Fleet ha traspasado los límites de cualquier expectativa, sacando un disco absolutamente brillante, un LP que se podría catalogar como algo que te lleva por completo a otra dimensión, una obra maestra que tiene aires de ser una de las bandas sonoras que marque a una generación entera.

 

El primer corte de los doce que abre este ‘The Battle at Garden’s Gate’ empieza con una clara intención y pauta que continúa a lo largo de todo el disco. ‘Heat Above’ es una clara tendencia al denominado ambiental rock, con una amable melodía de orquesta sinfónica que marida totalmente con la épica voz de Josh Kiszka. Es la primera parada en este viaje astral que sigue con rasgueos sutiles ejecutados con una precisión de reloj suizo. Llegando
al final de la canción, el disco entero ya te ha acunado en los brazos para decirte que te relajes y que disfrutes.

 

Contrastando totalmente con ‘Heat Avove’, el segundo corte titulado ‘My Way, Soon’ hace llevarte al rock sudoroso de los años 70. Siendo de los pocos temas con ritmo del álbum, es, sin duda, uno de los pelotazos de este año 2021. Un sonido clásico y a la vez muy fresco y actual, con subidas en momentos que hacen sacarte incluso sonrisas por lo alegre que es.

 

Ya en el corte número tres, pasamos a lo que sería el “Bohemian Rapshody” del disco. ‘Broken Bells’ es una canción que confirma ese estilo ambiental rock del que hablábamos antes. Regresa el transfondo sinfónico del principio, pero esta vez con una batería minimalista buscando que tanto la voz como la sinfonía del tema sea la principal protagonista. Con ciertas pinceladas de guitarra acústica que tiene luz propia y ciertos sonidos de batería, se inicia la subida a un clímax por el camino de un solo de guitarra con ya denominación de origen que culmina con los ya archiconocidos agudos de Josh Kiszka, poniendo fin a este temazo.

 

El corte cuatro llamado ‘Built By Nations’ comienza con un rasgueo totalmente setentero, desacompasado y algo corto. Aquí se sufre una mezcla de emociones, que en cualquier momento del tema se pueden dejar escapar gritar el estribillo o seguir en tu viaje astral. Se continúa con la master class técnica que posee Josh Kiszka para ejecutar cada sílaba de la canción, algo que va de la mano con el solo de guitarra no tan técnico pero simple y sencillo.

 

Con ‘Age of Machine’ llegamos al tema número cinco de este ‘The Battle at Garden ́s Gate’, cuyo comienzo lejano poco a poco se nos va acercando hasta aterrizar en nuestros oídos. Con una esencia de rock progresivo, este tema está ejecutado con un orden desordenado, compases de distintos y múltiples tiempos que no deja indiferente a nadie. Hay partes de subida y otras de lo que llamaríamos un interludio entre las distintas partes de este capítulo, además de estar ya adentrados completamente en el mundo de Greta Van Fleet. El tema sigue con un solo fantástico entre voces de coro, aportando esos toques épicos y saliendo de la canción de la misma manera de la que se entró, cerrando en forma de círculo este quinto episodio.

 

Con ‘Tears of Rain’ llegamos a la mitad de este álbum, entrando en escena de manera repentina con la aguda voz de Josh Kiszka. Es un tema acústico casi en su totalidad además de ser de los más cortos del LP que acaba de una manera absolutamente única y preciosa, dándote incluso un poco de rabia y preguntándote por qué no ha sido así el resto de la canción.

 

Llegamos al tema siete con ‘Stardust Chords’ con un inicio “freddymercuriano” que rompe con un rasgueo de guitarra seguido de un no convencional ritmo reggae bastante pegadizo. Una vez más, Josh saca a pasear todo su arsenal técnico de canto que llega incluso a eclipsar peligrosamente el resto de la pieza en los estribillos. El solo corto y claro da paso a un pegadizo ritmo coral que alza con una instrumental casi de ópera rock.

 

‘Light My Love’ da nombre a la canción número 8 del disco y abre con un piano que roto por las cuerdas y parches de la banda. Nos encontramos con una balada majestuosa de rock con piano, lenta y armoniosa, que purifica e ilumina nuestras almas que a más de uno hará que se le ponga la piel de gallina. Esta canción, sencillamente, nos hace flotar del suelo y nos hace sentir cada nota que se toca con violines que culminan que nos provoca un verdadero vuelco al corazón.

 

Con ‘Caravel’ encaramos la recta final de este ‘The Battle at Garden’s Gate’. Aquí, los violines vuelven y se hacen notar en este tema, aportando muchísima fuerza y contundencia en algunas partes. Podría decirse que es el corte que más desentona de este disco y se pierde un poco el ritmo de la historia general del LP, siendo diferente del resto de las piezas. Es de las pocas pegas que se le pueden poner al disco.

 

A continuación, llegamos a ‘The Barbarians’, el corte diez de este álbum. Con un comienzo muy psicodélico mezclado con una voz aterciopelada podría decirse que es una cosa que se había hecho muy poco y no nos hemos dado cuenta de lo maravilloso que resulta. Una tónica que se repite a lo largo de todo el tema que se corta abruptamente con la aparición para nada desechable de un rock psicodélico bastante sorprendente y que para nada molesta al resto del tema.

 

El penúltimo corte del disco se titula ‘Trip The Light Fantastic’ y comienza con un sintetizador propio de otra época pasada y que, por lo que vemos, se siguen negando a enterrar en la música. La voz de Josh sube y baja como una montaña rusa a lo largo de toda la canción con una precisión digna de los más veteranos, siendo éste el tema más exigente para el joven cantante que a su vez ejecuta con una maestría pasmosa.

 

Por último, llegamos a ‘The Weight of Dreams‘, cuyos casi nueve minutos podemos decir que no sobra ni un segundo. Si había una manera perfecta para cerrar este trabajo, sin duda los estadounidenses han elegido la mejor. Aquí todos y cada uno de los miembros de la banda se vacían por completo, con un solo de guitarra de cuatro minutos que nada más acabarlo, te lo volverás a poner infinitas veces.

 

Y aquí termina The Battle at Garden’s Gate, un disco que marcará un antes y un después en la carrera del que, probablemente, sea el grupo de música con más talento de este siglo.

 

Andrés Gómez Calle

 

 

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