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Watain The Agony of Ecstasy of Watain
Discos, Reseñas

Watain «The Agony & Ecstasy of Watain»

Watain The Agony of Ecstasy of Watain

 

Watain «The Agony of Ecstasy of Watain» (2022)

 

Lo reconozco. He tenido que desperezarme para cambiar mi animosa escucha del primer disco de Bastardur (el proyecto crust del vocalista de Solstafir) por la del nuevo disco del controvertido trío blacker de Uppsala. Que ve la luz el 29 de abril. Mi habitual entusiasmo por estos misantrópicos suecos se vió seriamente atenuado tras aquel disco experimental (que no malo, por favor, que hay peña que parecía que estaba escrutando un puto disco de britpop, no me jodas) titulado “The Wild Hunt”. Donde convivía la llama primigenia blacker con momentos, vamos a decirlo, austeros en dádivas por parte de cierto sector de la parroquia con enarcado cejo. Menos mal que su posterior “Trident Wolf Eclipse” vino en forma de redentora hostia a lo Will Smith para poner las cosas en su sitio. Pero ahí me quedó por restañar el prejuicio sobre “qué grado de experimentación me traerán esta vez estos tres capullos”.

 

El caso es que, cuatro años después, aquí está. Séptimo redondo vomitado desde el averno tras 24 años de carrera. Una carrera macerada convenientemente en los salmos biográficos de cualquier banda controvertida que se precie (léase, por ejemplo, un concierto bañado en sangre de animal en Brooklyn, que acabó con parte del respetable entre vómitos y mareos. O algún desafortunado y provocador asalto al escenario con saludo nazi de por medio. Amén de una ostentosa entrega a la promoción en videos musicales que produce un prurito en la huevera de los más true del subgénero maldito que tratamos. Sin olvidar la pedantería congénita de su alma mater, Erik Danielsson).

 

Pero más allá del amarillismo inherente a la parafernalia mercadotécnica de esta banda sueca, algo tienen que tener cuando los han apadrinado sellos como Season Of Mist o luminarias del género como Jon Nödtveidt (el alma de Dissection) o los mismísimos Mayhem, que han tenido a alguno de sus miembros involucrado en alguna colaboración puntual con ellos. Es más, el escenario ha unido sus caminos (en marzo y abril de este año han girado también con ellos por EE.UU, sin ir más lejos). Porque sí, clarísimamente. A Watain se le encuentra agria enjundia en cuanto rascas. Circunscriben su espectro de acción sobre el satanismo, la misantropía o un existencialismo nihilista de los más malévolo o blasfemo. Cómo no. En su haber, discos contemporáneos ya inmortales en el subgénero como “Rabid’s death curse” o “Casus Luciferi” o “Lawless Darkness”.

 

El caso es que este séptimo plástico se ha ido empozoñando una vez más en los estudios Necromorbus, en una iglesia en plena campiña sueca. El afamado productor Tore Stjerna (ex batera de los Funeral Mist e incluso ex de los propio Watain) ha querido recoger toda la furia concentrada del combo con una grabación donde los músicos graban de manera conjunta en el estudio. Además, con el aliciente extra de incluir por primera vez toda una formación completa acompañando a la satánica trinidad creativa conformada por E.Danielsson, H.Jonsson y P. Forsberg. Se trata de los músicos A. Lillo, E. Forcas y H. Eriksson. El resultado, orgánico. Cómo no. Punto para Nuclear Blast, en esta ocasión.

 

¿Y qué nos depara esta nueva pócima del tridente sueco? No es liviana la oferta sonora.

“Ecstasies in night infinite” es un bombástico arranque con la grandilocuencia sinfónica, sin serlo en términos reales, a las que nos tienen acostumbrados. Es un pistoletazo de salida donde el tridente se desliza por pasajes cincelados en irreverente odio. Avasalla y cautiva. El tridente primero quiere noquearnos antes de darse el gusto de entregarse a otros placeres ocultos de la creación musical. Yo he mojado ya un poquito el pantalón.

“The Howling” fue el primer single adelanto del disco y completa la dupla de apertura del plástico. Es Watain 100%, sin aditivos. Tiene una contemporización donde los elementos black se entrelazan con inspiración heavy para otorgar un punch y un brío fácilmente memorable. Me vienen a la cabeza efluvios de Emperor. El tratamiento de las líneas de bajo en esta banda es ejemplar. De las pocas bandas del género donde me molaría tocar este instrumento. A.Lillo reclama su merecido foco mediático.

“Serimosa” toma el relevo. Es el segundo single de adelanto. Serpenteante, hipnótico e impregnado de un aura de maldad marca de la casa. Se apoya en unos teclados que transfieren ese sentido rimbombante global a una pieza de claro talante atmosférico. Eriksson procede con oficio a una desgarradora demostración vocal de lo que debe ser encarnar un mensaje blacker.

“Black Cunt” es una composición que reclama genuflexión de todos los fervientes adeptos al género negro. Patrón rítmico de inicio para que luego el trémolo picking anuncie esa deriva ultrasónica que nos hace levantarnos de la silla en pos de un salmo de pura maledicencia true metalera. Reposa a mitad de metraje sobre unas memorables notas edificadas en base a acordes sostenidos, pasa a todo un homenaje a los Celtic Frost con un “Uhh” vomitado por E. Danielsson (por si no lo habíamos pillado) para al final apretar nuestras gónadas con el fin de raptarnos con otro acelerón donde se desata la furia Watain. Termina tan solemne como empezó.

“Leper´s Grace” se desata desde el inicio con ganas de arrancarnos la piel a tiras. Otra de mis piezas favoritas. Transita sobre una ingrávida masa percutora en el que el señor Jonsson despliega a los parches todo un arsenal de recursos que impulsa su potencial hasta el infinito. Avasalla y los riffs guitarreros y el bajo se yuxtaponen para pergeñar un pasaje heavylongo hasta que un balanceado riff que imaginas creado en un macilento cubil multiplica el sentido épico del discurso.

“Not sun nor Man nor God” es un melancólico interludio a piano con un leve inserto guitarrero. Sin más.

“Before the Cataclysm” nos recuerda que quien esté buscando black metal de enfático sonido raw, mejor que invierta su preciado y huraño tiempo de blacker consumado desde la atalaya de su casa en otros menesteres. La producción es apabullante. Y ya está. Maledicencia? Sí? Misantropía? También. A raudales. Pero maj@s, en esta banda no se desdeñan los actuales recursos técnicos. Ante todo, profesionalidad. A mitad de su desarrollo hay un contrapunto introspectivo que desemboca en un clara tempestad sinfónica sin necesidad de recurrir a metales ni nada de eso.

“We remain”, otro de los singles de adelanto, cuenta con la colaboración de Farida Lemouchi (de Molasses y ex Devil’s blood) y Gottfrid Ahman (de PAGA y ex In Solitude). Es un tema donde el desempeño vocal de Farida marida muy bien una teorización sobre el pentagrama y sus icónicas cinco puntas. Aquí los suecos demuestran que les importa una mierda lo que sobre ellos se diga y retoman esa pulsión atmosférica de la que presumieron en aquella vilipendiada placa ya citada, titulada “The Wild Hunt”. Fantasmagórico. Sí. Ese adjetivo me viene a la cabeza.

“Funeral Winter” tiene un arranque muy Marduk (otros suecos) y tiene una malsonancia casi adscrita a un trasfondo de dark metal. Pero solo es eso, una llamarada perentoria superada con creces por una lava blacker que arrasa con todo. Si hay que trepanar el cerebro se hace y punto. Hay un interludio acústico que siembra inquietud y finalmente se sella esta hiriente ofrenda de nuevo con furia sacrílega empastando nuestro paladar. Otro de los puntos álgidos de esta nueva placa.

 

Y este oscuro y luminoso oxímoron sonoro termina con el tema “Septentrion”, donde los mid y up-tempos gobiernan una ceremoniosa y arcana representación sin conjetura planteable alguna para el contumaz feligrés herético. No es un cierre de altura, en mi humilde opinión.

 

Lo mejor de este disco de 50 minutos es que reactiva a estos suecos para depredar de manera sanguinolenta los escenarios y esquilmar cualquier atisbo de inocencia entre los parroquianos que se acerquen a observar su ofrenda a Lucifer. Abbath, Tribulation y Bozer serán sus aliados en una gira que pisará España en septiembre. Quienes quieran carnaza blacker con la que alimentar su más irredento e indómito espíritu de autoafirmación personal frente a la inmundicia ética occidental que nos rodea, tiene una ocasión reseñable en su haber. Watain retorna a dentellada limpia. Menos mortífera que en su anterior disco, sí. Obvio. Pero tampoco se le puede hacer ascos. Eso tampoco. Venga, y ahora, preguntadme. Estará entre lo mejor del año en su género? Depende del resto. Por ejemplo, si Woe o Wiegedood sacan nuevo material, se lo pondrán muy difícil. Pero hay argumentos para continuar observando su alambricado sendero donde mainstream y underground mantienen un clandestino idilio. No pasa nada. Behemoth también lo hace vía Nergal (y a otros niveles aún más cuestionables).

 

JAVI SERRANO

 

 

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