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Yskelgroth «Bleeding of the Hideous» (2023)
Que dos ilustres del extremismo patrio nos obsequien con una nueva aberración sacrílega rebosante de misantropía blacker es un notición de la hostia. Más cuando hablo de Dave Rotten a las voces y Vicente Payá en la guitarra y el bajo. Dos incombustibles de la escena underground con una hoja de servicios que quita el hipo y coloca al resto de mortales con el síndrome del impostor en este mundillo. Y me remito tan solo a las dos bandas que más reconocimiento les ha aportado. Avulsed, en el caso de Dave y Unbounded Terror, en el caso de Vicente. Pero es que la noticia escala en notoriedad aún más si tenemos en cuenta que llevaban casi 14 añitos sin regurgitar ese ponzoñoso odio que nos atrapa irremisiblemente. Y añadimos otros dos detalles importantes. La aportación de Javier Fernández (Nexus 6) en la composición, tras los parches, guitarras y teclados y del hiperactivo sueco Rogga Johansson a los textos que interpreta de manera descarnada Dave.
La banda forjó su actual estatus de culto con aquel ya lejano primer plástico en 2010 titulado “Unholy Primitive Nihilism”. Sembraba una afrenta blacker que habilidosamente era sazonada con destellos deather y thrasher puntuales (la cabra tira al monte al final de una u otra manera. Cambiad el vocablo por carnero, si lo deseáis. Queda más propio. Jajaja) . Una receta que, en mi opinión, permanece inalterable en este segundo trabajo e, incluso, se refina. Olvidaos de raw black. No, aquí no hay ninguna pretensión de sonoridad macilenta. El efecto sepia para l@s nostálgic@s. Aquí los avances tecnológicos bruñen el resultado hasta ofrecer un empaque sonoro bien compensado. Sin complejos. Si hay que avasallar aquí se cuenta con todo lo posible para herir. Y todo bajo la indeleble huella sonora que han dejado en el sombrío camino extremo unos tal Demonaz y Abbath. No hace falta que mencione la banda en cuestión, verdad? Si es así, este disco no es para ti. Jajajaja.
“The morbid earth” abre la caja de los truenos. Entrada avasalladora en el kit de percusión con un Javi que se mantiene intratable todo el disco y un Dave que devora el micro alternando los alaridos blackers con sus poderosos growls a modo de contrapunto. Es una conversación a dos o tres voces que mantiene en buena parte del plástico. Si tiene ese puto don en la garganta, es normal que lo emplee. El cabronazo, tiene una lija bien afilada ahí.
“Prone to globble life” aclara aún más el brebaje eterno nihilista del que se nutren para dotar de fuerza su discurso. Conviven sin problemas la aceleración black metalera y la yuxtaposición con elementos deather, en los momentos de contemporización. Payá despliega un solo de relieve grotesco y Dave aporta líneas vocales atmosféricas para manchar el pantalón.
“Omnicidal ends” abre la estela atmosférica de Javier a los teclados. Ominosos y sosteniendo un riffeo deather con una gruesa línea de bajo y un susurrante Dave. Reptante pieza hasta que la ira se desencadena por momentos con los shrieks consabidos del género. Telúrico y fantasmagórico corte.
“Aeons empty” es la píldora más épica y melódica del plástico. Uno de los temas más reseñables, sin duda. Sin regodeo alguno se dispara desde el primer segundo sobre un galope thrasher y un alarido de esos reconocibles desde el borde del abismo al que es abocada cualquier alma en pena.
“Plagueridder” arranca con unos sintetizadores que nos retrotraen a esos films de terror vampíricos de mediados de los 60. Aquí el blackened death metal reclama el trono y sustancia el envite. El bajo zumba de lo lindo y el trasfondo sinfónico sugiere imágenes de puro espasmo doloroso. Hay fraseos finales donde Dave nos regala un registro nuevo más, a medio camino con lo que hace al micro con Holycide.
“Spasmic Extinction” es masivo. Un ataque sonoro con el velocímetro al límite. Despedazarnos es el único objetivo. Menudo riffeo el de Javier y Vicente. Termina el acoso con unos pululantes teclados sobre unas punzantes líneas de guitarra. El tema requiere varias escuchas por el logrado trabajo en arreglos y capas. Se me acaban los kleenex y mis partes pudendas hieden a semen.
Y si tras levantarte del sillón con ese tema en entregada danza al maligno crees que un remanso de introspección acallará por momentos la tormenta para recuperar el resuello en el siguiente tema…qué equivocad@ estás. “Primal Expulsion” trasciende, te agarra del pecho y te vapulea bajo premisas también melódicas. Voces demoniacas y furia desatada. En el pasaje intermedio el fornido canto de ultratumba de Dave y hasta campanadas en aquelarre deather antes de acabar de desguazarte en un clímax thrasher para encumbrarte a lo más alto del mueble bar de tus padres y machacar todo a patadas. Bravísimo, hostias. Aquí hay paletadas de talento a granel.
“Riddance of the Graves” es una funesta sinfonía con la que embriagar tus sentidos antes del enésimo ataque de trémolo. Hijos de puta. La piel hecha trizas y todavía se dignan a echar sal encima para animar el asunto. Payá aquí gruñe desde los mástiles. Por favor, qué tortuoso solo embalado. Estirpes metaleras, abrazad esto y clavaros en su acecho tenebroso. Haceros un favor en estos tiempos de pestilente consumo rápido de canciones sueltas en el infesto Spotify.
El epitafio a esta negrura de 33 minutos de duración lo pone “Path to Devourment”. Los primeros espadas lucen metal y asestan el último golpe. Las orquestaciones, una voz pregrabada y un Dave que aúlla celebrando algún pacto sacrílego nada venial para cerrar el círculo de esta miasma sonora, esta molienda. Xtreem Music sabe lo que se hace.
Yskelgroth satisface nuestra sed de sangre, oficia con mano experta y firme esta cita con la convicción de que muchas de las costuras de este enfermo mundo occidental precipitan nuestro abatimiento. La pobreza de espíritu y la resignación cristianas resisten. Pero las huestes de lo arcano, impío y artes paganas asociadas a la madre naturaleza también. Dave y los suyos te invitan a visualizar desasogantes resoluciones del conflicto. Pero para eso has venido. Verdad? Araña por fuera y sana por dentro. Black metal. Yskelgroth. Al top nacional del año. Seguro. NOTA: 8,5.
JAVI SERRANO
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